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sábado, 31 de agosto de 2013

La Reciprocidad en el Tahuantinsuyo.

En el Imperio Incaico la reciprocidad era un sistema organizativo socio-económico que regulaba la prestación de servicios de diferentes índoles, se utilizaba y servía como engranaje de la producción y distribución de bienes. Se basaba en un ordenamiento de relaciones entre los miembros de la comunidad, en la cual no existía el uso de dinero.
La reciprocidad actuó como eslabón entre los diversos modelos de organizaciones económicas presentes en el amplio territorio andino. Mediante este funcionó una economía sin el uso de la moneda.
Esquema Sistema de Reciprocidad.
De la mano de este sistema se estableció el parentesco como una de las bases de las relaciones económicas: las personas tenían la obligación de ayudar a sus parientes, es decir, todos aquellos que pertenecían a su Ayllu, y también el derecho a exigir de ellos ayuda en caso de que sea necesario. Con esto se generaba un compromiso de solidaridad en tareas agrícolas, de construcción, etc. Mientras durase la ayuda o trabajo el beneficiado debía alimentar a sus ayudantes, debido a esto se habla de redistribución. Fue además mediante la reciprocidad que la población se aseguraba la ayuda y protección de las autoridades o Curacas, e incluso del Inca en momentos de necesidad.
Cabe destacar además que si el Inca deseaba agradar y congraciarse con sus vecinos debía mostrarse generoso con ellos, es decir, darle mujeres, ropa, objetos preciosos, coca, entre otros. De cierta manera los Incas estaban obligados a poseer una gran cantidad de suministros para realizar regalos, era esencial para él contar con reservar para dar a cambio de los cuales recibiría la fuerza de trabajo indispensable.
El arraigo de este concepto durante el Tahuantinsuyo fue tan grande que no lo veían como un intercambio de favores sino como una responsabilidad con los miembros de su Ayllu y en contadas ocasiones con Ayllus vecinas. Al ser el Ayllu la estructura básica económica el Inca forzaba lazos con los Curacas, dándoles en matrimonio a sus hijas o en algunos casos incluso casándose con las hijas de los Curacas más importantes. En cierta medida el Sapa Inca estaba emparentado con todo su imperio, por lo cual se le consideraba como un Curaca máximo, esto último es señalado para entender la reciprocidad simétrica y la asimétrica: la primera se daba entre miembros de la misma Ayllu con base en el concepto “hoy por ti, mañana por mí”, es decir, una ayuda mutua en construcción de vivencias y el trabajo agrícola, mientras que la reciprocidad asimétrica se daba de los miembros de la Ayllu con el Sapa Inca a cambio de la recaudación de excedentes, es decir, el Inca brindaba al Curaca la seguridad externa y la asistencia en caso de desgracias y el Curaca le entregaba la ayuda de su Ayllu para las labores de construcción de obras comunales, tales como: puentes, caminos, etc.
Debido a las enormes proporciones del estado Inca, hacía falta lugares donde pudiesen congregarse los jefes étnicos vecinos a renovar sus alianzas de reciprocidad con el Sapa Inca por lo que se construyeron grandes plazas en las ciudades para estos rituales.
Sin duda la reciprocidad fue una de las bases fundamentales del desarrollo del Imperio Incaico, valor y responsabilidad que marco una forma de relaciones muy pocas veces vista.