En
el Imperio Incaico la reciprocidad era un sistema organizativo socio-económico que
regulaba la prestación de servicios de diferentes índoles, se utilizaba y
servía como engranaje de la producción y distribución de bienes. Se basaba en
un ordenamiento de relaciones entre los miembros de la comunidad, en la cual no
existía el uso de dinero.
La
reciprocidad actuó como eslabón entre los diversos modelos de organizaciones económicas
presentes en el amplio territorio andino. Mediante este funcionó una economía sin el uso de la moneda.
Esquema Sistema de Reciprocidad. |
Cabe
destacar además que si el Inca deseaba agradar y congraciarse con sus vecinos debía
mostrarse generoso con ellos, es decir, darle mujeres, ropa, objetos preciosos,
coca, entre otros. De cierta manera los Incas estaban obligados a poseer una
gran cantidad de suministros para realizar regalos, era esencial para él contar con reservar para dar a cambio de los
cuales recibiría la fuerza de trabajo indispensable.
El
arraigo de este concepto durante el Tahuantinsuyo fue tan grande que no lo veían
como un intercambio de favores sino como una responsabilidad con los miembros
de su Ayllu y en contadas ocasiones con Ayllus vecinas. Al ser el Ayllu la estructura básica económica el Inca forzaba lazos
con los Curacas, dándoles en matrimonio a sus hijas o en algunos casos incluso casándose
con las hijas de los Curacas más importantes. En cierta medida el Sapa Inca
estaba emparentado con todo su imperio, por lo cual se le consideraba como un
Curaca máximo, esto último es señalado para entender la reciprocidad simétrica y la asimétrica: la primera se daba entre
miembros de la misma Ayllu con base en el concepto “hoy por ti, mañana por mí”,
es decir, una ayuda mutua en construcción de vivencias y el trabajo agrícola,
mientras que la reciprocidad asimétrica se daba de los miembros de la Ayllu con
el Sapa Inca a cambio de la recaudación de excedentes, es decir, el Inca
brindaba al Curaca la seguridad externa y la asistencia en caso de desgracias y
el Curaca le entregaba la ayuda de su Ayllu para las labores de construcción de
obras comunales, tales como: puentes, caminos, etc.
Debido
a las enormes proporciones del estado Inca, hacía falta lugares donde pudiesen
congregarse los jefes étnicos vecinos a renovar sus alianzas de reciprocidad
con el Sapa Inca por lo que se construyeron grandes plazas en las ciudades para
estos rituales.
Sin duda la
reciprocidad fue una de las bases fundamentales del desarrollo del Imperio
Incaico, valor y responsabilidad que marco una forma de relaciones muy pocas
veces vista.